Este año, nuestra felicitación de Navidad es un cuento. Un cuento y un homenaje a la figura del Caganer que hemos escrito en colaboración con Miguel de Llobet y sus magníficas ilustraciones y que podéis leer un poco más abajo.
Os deseamos a todos una Navidad muy muy feliz y un año 2010 lleno de sorpresas agradables, sapristi.
¡Nos leemos de nuevo en 2010!
Cuento de Navidad
A pesar de ser un 24 de diciembre, la noche en Belén era cálida y estrellada, en una prueba más de que el cambio climático estaba afectando el rumbo de la meteorología, dijesen lo que dijesen los mandamases políticos de Judea.
Como cada día al acabar la jornada, Jeremías el pastor se había reunido con otros compañeros de profesión alrededor de la lumbre para comentar los ajetreos acaecidos (este trabajo, ya se sabe, es un no parar de anécdotas) y gastarle bromas a Abraham el narcolépsico diciéndole que se le había perdido una oveja, que las contara para comprobar que estaban todas.
A un par de centenares de metros, en lo que entonces se llamaba el portal de Belén y que posteriormente se denominaría www.belen.com, un matrimonio discutía mientras la mujer, embarazadísima, comenzaba a notar las primeras contracciones.
– Pues no, María, no me parece bien. ¿No podíamos tener un perro como todo el mundo? O un gato. Pero no, nosotros tenemos que ser especiales y tener un buey y un burro dentro de casa. Si esto es normal, que venga Dios y lo vea…
Los humildes pastorcillos habían cenado lo normal este tipo de noches: unos langostinos de primero, jamón del bueno y una piernecita de cordero, regado con un riojita para ayudar a bajar. Y tras el tentempié, cada uno iba con su tema.
– Vamos a ver, ¿alguien me puede decir en qué año estamos? Yo es que me hago un lío.
– ¿Se puede saber para qué te has traído una zambomba? ¿Qué pretendes, que nos pongamos a cantar o qué?
– ¿Qué os parece si para animar estas noches cada uno compra un regalo a otro y se lo damos pero sin que se sepa quién ha sido? ¿Por qué me miráis así, no os gusta la idea?
– Ja, ja, mira, mira cómo beben los peces en el río. Mira, mira, beben y beben y vuelven a beber.
– Como sigamos plimpando tanto cava, aquí se va a armar la marimorena…
Y en ese plan.
Como quiera que las digestiones nocturnas no son fáciles de hacer y que Jeremías era lo que en cuanto a costumbres fisiológicas se describe como “un relojito”, pronto comenzó a sentir en su estómago cierta inquietud y movimientos de alerta que le llamaban a evacuar parte de lo digerido sin necesidad de ayudas externas en forma de brebajes que regulan el tráfico intestinal y similares.
Así que como quien no quiere la cosa se metió en su chalequito de lana el último ejemplar del “Diario de Nazareth” y alegando que hacía noche buena y que quería respirar un poco del aire nocturno, se alejó del grupo andando cada vez más deprisa y con las nalgas apretaditas por lo que pudiera pasar.
Y allí quedaron los pastores conversando acerca del último combate de hondas cuando de pronto una luz resplandeciente les interrumpió y de ella salieron tres ángeles de dorados cabellos, arpa en mano y alas batientes.
– ¡Sapristi! ¿Quién sois vosotros?
– Buenas noches, pastorcillos. Tenemos una gran noticia que anunciar.
– ¿Anunciar? ¡¡Serán pesados estos de la propaganda!! Ya no saben qué hacer para vendernos el ADSL*. Si no os vais de aquí comenzamos a cantalazos, ¡mangarranes!
– Pero es que somos los enviados para anunciaros que muy pronto y muy cerca de aquí…
– ¡¡Que no queremos nada!! ¡¡Largo de aquí y buscaos un trabajo digno, caramba!!
– ¡Y ponedme el logo más grande!
Y blandiendo un pedrusco del tamaño de un cráneo consiguieron que la luz se disipara y los tres ángeles desaparecieran yéndose con sus arpas (y por consiguiente, con su música), a otra parte.
En una nada decorosa posición se encontraba nuestro amigo Jeremías, agazapado tras un arbusto y haciendo de tripas corazón para a su vez, hacer de vientre cuando oyó por la senda adjunta el sonido de unas voces que delataba la presencia humana. Fue al levantar un poco la cabeza cuando descubrió sorprendido que a ella se le unía la camellil. Tres señores ataviados con corona y largas capas montaban sus respectivos camellos mientras enfrascados en una discusión no repararon que junto a la cuneta, un pobre pastorcillo con los pantalones por los tobillos se percataba de todo al tiempo que trataba de abonar la tierra.
– Es que siempre tienes que ser tú quien dé la nota, Melchor. Siempre tú… ¿No quedamos en que los tres nos gastábamos lo mismo en el regalo? ¿Se puede saber con qué cara pretendes que le demos ahora nosotros la mirra y el incienso?
– Es que me sabía mal, venir de tal lejos y traerle hierbajos…
– Dejad de discutir, la estrella se ha detenido. No podemos estar lejos.
– Suerte de estrella, ¿eh? La llamaré, en honor a mi padre, don Gaspar Patrodopoulos Satrústegui, GPS.
– No, no, esa estrella se llamará “la estrella polar”, en honor a este forro tan calentito…
Y hasta ahí pudo escuchar Jeremías, que los vio alejarse por el sendero que llevaba al portal de Belén, adonde habían acudido también los otros pastores, alertados por los lloros de un niño que acababa de nacer.
No habían pasado ni dos apretones cuando volvieron a interrumpir al bueno de Jeremías que debido a que cuando hacía fuerza achinaba los ojos no había visto venir a una real zagala con más delantera que el Atlético Matusalén.
Insinuante, erótica, sensual, susurró:
– Busco a Jacq’s.
– Pues como no se vaya a buscarlo a otro sitio, lo que va a encontrar aquí no le va a oler nada bien, palabra de pastor.
La mujer volvió por donde había venido y Jeremías, ya más tranquilo, depuso. Una vez finalizada su tarea y usado con buen fin los pliegues del periódico, se acercó al río para lavarse las manos, mas cuál fue su sorpresa al descubrir que lo que había en el cauce no era agua sino papel de aluminio.
Cansado y algo aturdido ante tanto acontecimiento decidió volver junto a la hoguera, tumbarse y tratar de dormir, inconsciente de que en el momento más importante de la historia de la humanidad y justo cuando desde lo más alto se estaba tomando la fotografía que pasaría a la posteridad, él estaba acuclillado, dándolo todo y pensando en cómo estaba el mundo que ni en medio de la nada puede uno cagar tranquilo.
*En aquella época, «Aleluya, Dos Sandalias con Lacitos», una marca de calzado que causaba sensación por su eslogan, Just do it, no tanto por su contundencia e impacto, sino porque aún faltaban más de 20 siglos para que se inventaran los eslóganes y unos cuantos menos para que se hiciera lo propio con el inglés, por lo que nadie entendía nada, como en los buenos anuncios
Reconozcámoslo, 2009 ha sido un año de mierda para todos. Por eso en la gente de Sapristi y el gran Miguel de Llobet hemos querido acabarlo con una sonrisa y con un homenaje al Caganer, que según dicen, simboliza la fertilidad y la buena suerte para el próximo año. Que así sea. Feliz año.